Amsterdam y sus hermosos canales de agua
Cuando vivía en
Venezuela, escuché en una oportunidad a alguien decir que la vía
más rápida, fácil y barata de viajar por toda Europa era
utilizando los trenes. Pues..¡eso es totalmente falso! Porque no hay
nada más caro, complicado e incómodo que viajar en tren a cualquier
ciudad del Viejo Mundo.
La gran mayoría son
trenes viejos y, como tal, son lentos e incómodos. Los más modernos
son lujososy súper rápidos, pero excesivamente costosos, incluso
valen más que un avión.
También es un gran lío
tomar el tren, porque están divididos por líneas A,B,C y D que
utilizan una sola vía y sus servicios y precios varían dependiendo
la hora y los días.
Yo tuve una experiencia
muy desagradable y, a su vez, extraña gracias a los trenes de
Europa.
Resulta que en una
oportunidad, me invitaron a una fiesta cuando vivía en Bruselas,
Bélgica.
La recepción se
realizaría en un pueblo cercano a Holanda, quedaba a solo 45 minutos
de la capital belga y debía estar allí a partir de las 9:00 pm.
Poco antes de salir de la residencia, me guardé 50 euros en la
cartera, pensé que no necesitaba mucho dinero ya que iba a una
reunión. Recuerdo que ese día había mucho frío y usé bufanda,
guantes y sobretodo.
Era viernes y me tocó
hacer una gran fila en las taquillas de la Estación Cental de Trenes
de Bruselas, para poder comprar los tickets, ya que habían cientos
de turistas en pantalones cortos y chanclas cargando mochilas, que
pretendían viajar a otras ciudades belgas u holandesas.
Viendo su atuendo, me
preguntaba: ¿no tienen frío con tan poca ropa y, por qué carajo
los europeos y norteamericanos tienen la mala maña de andar casi
desnudos y en chancletas de goma cuando van a turistear?
Estación central de Bruselas
Estuve largo rato en la
fila y aproveché el tiempo para mandarle mensajes telefónicos a mis
amigos anunciado que ya iba en camino. Cuando tocó mi turno en la
taquilla, compré solo el pasaje de ida que me costó 7,95 euros, ya
que me traerían de vuelta a Bruselas en auto, una vez finalizada la
fiesta.
El ticket indicaba que me
tocaba tomar el tren en el andén número “2” y el aparato
llegaría a la estación a las 7:30 pm en punto y así fue.
Emocionado, le mandé un SMS a mis amigos con la intención de que me
esperaran en la estación y, desde allí, irnos todos juntos a la
fiesta.
Uno de ellos me escribió
que eran solo 5 estaciones desde el lugar de mi partida y que por
favor las contara, para que no me perdiera, ni equivocara el lugar
donde tenía que llegar.
Saqué del bolsillo de mi
sobretodo un aparato de MP3 y me dediqué a escuchar música mientras
el tren rodaba y rodaba. Por la hora, solo se podía ver a través de
los vidrios casitas con las luces encendidas en medio de una llanura
oscura. De repente, los altavoces del tren anunciaron la primera
estación.
“Me faltan cuatro” -
analicé y continué escuchando música.
Dios, U2 y mis ganas de
conocer un lugar nuevo, me acompañaron durante el viaje.
Mientras miraba por la
ventanilla, podía leer los nombres de las estaciones que el tren
seguía de largo. De repente, el aparato se paró de nuevo y pude
observar que el letrero de la estación no era del mismo color de las
otros que había dejado atrás. Pensé que variaba el diseñp
dependiendo si las líneas eran A,B o C. Era la segunda parada y me
faltaban tres estaciones más para llegar al lugar. Sin embargo,
pasaron los minutos y el tren seguía rodando y no se detenía.
Comencé a ponerme
nervioso, intenté mandar un SMS a mis amigos, pero dentro del
aparato no había cobertura, así que el mensaje me rebotó.
Uno de los trenes de Bélgica
De repente, el altavoz se
vuelve a activar y la voz femenina dice en inglés: bienvenidos a la
Estación Central de Amsterdam, en tan solo unos minutos arribaremos
a la capital holandesa.
Entré en pánico, quedé
en shock, se suponía que iba a una ciudad cercana a Bruselas ¡Y
terminé en otro país!
Era como si fuera de
Barquisimeto a Cabudare y terminé en Bogota, Colombia. O como si
fuese de Buenos Aires a Moreno y arribe a Asunción, Paraguay. ¿Ahora
que carajo hago yo en Amsterdam?
¿Y ahora
qué hago?
Cuando apenas bajé del
tren, le pregunté al señor de la taquilla ¿en qué había fallado?
¿por qué el tren no paró en la quinta estación como yo esperaba?
Y me dijo:
- “Ya veo que no le explicaron que tenía que tomar la línea A, B, C o D, es por eso que ahora está en Amsterdam, usted tomó el andén número 2, pero la línea equivocada”
Lo más curioso es que en
el bendito ticket no aparecía ninguna letra, solo el número del
andén.
Me alejé de la taquilla,
tomé mi celular, llamé a mis amigos y me dijeron que tenían más
de una hora esperándome en la estación de trenes.
- “Disculpenme, pero estoy en Amsterdam, Holanda, agarré el tren equivocado, nadie me explicó lo de las líneas A,B,C,D, así que dejénme averiguar cómo me devuelvo hasta allá”.
Corrí hasta la taquilla,
pero la estaban cerrando, le dije que al vendedor que necesitaba un
ticket de vuelta urgente a Bélgica y éste sonriente me comentó:
- “Lo siento señor, pero el próximo tren a Bruselas parte mañana a las 6:00 am y los tickets se compran al momento, no por anticipado”.
Me dió un ataque de
nervios, vuelvo a llamar por teléfono a mis amigos y éstos me dicen
que no pueden viajar hasta Amsterdam a buscarme, porque les queda
lejos, así que sí o sí tenía que quedarme en esa ciudad y esperar
el primer tren al día siguiente para volver a Bélgica.
Me tomo un respiro para
calmarme un poco, reviso mi cartera y solo tenía encima 42 euros,
creanme que desde ese día juré más nunca salir con la cartera
vacía de casa. Con esa pequeña cantidad de euros tenía tres
opciones: comer algo o pagarme un cuarto en un hostal -que es lo más
barato- para pasar la noche o utilizar el dinero para pagar el ticket
de vuelta a Bruselas.
Estación Central de Amsterdam
Normalmente cuando viajo
a un país extranjero, planifico mi visita al lugar con antelación.
Lo primero que hago es
sentarme frente a la computadora y usar la Internet. Allí busco los
sitios turísticos a visitar, anoto los precios, direcciones,
opciones donde comer y más. Pero en este caso, fue un turismo
“obligatorio” y, lo que es peor...¡Sin dinero!.
Un café
que no era café
Eché a caminar para
aclarar mi mente, pensé que la mejor opción era caminar por la
ciudad hasta que amaneciera. A pocos metros de la estación había un
café. Pensé tomarme una taza de café negro, para así aguantar el
sueño.
El lugar era de dos
plantas, arriba tenía como una terraza llena de mesas y se veía
mucho humo, se notaba que era el lugar para fumadores, pero cuando
entré al interior, también la gente estaba fumando y la humadera
apenas dejaba verles la cara. Olía fatal, olía a marihuana que se
mezclaba con el olor a tabaco tradicional, mas olor a incienso que
era utilizado para camuflar los otros olores desagradables, todo esto
creaba un ambiente pesado y difícil de respirar.
Sonaba a todo volumen
música de Bob Marley y había mucho calor. Comencé a toser, me
abaniqué con la mano para apartar algo de humo de mi cara.
Había tanto humo en el lugar, que parecía neblina
Apenas me senté, la
mesera me dio un menú bastante raro, ya que por ningún lado había
comida, ni bebidas, salvo un par de tortas, té de varios sabores y
nombres de países con diferentes precios.
De verdad que no entendía
nada, le pedí un café y me dijo que en Amsterdam “los cafés”
eran lugares donde se fumaba marihuana y no donde servían bebidas o
comidas.
Allí la droga es legal,
siempre y cuando tengas un carnet aprobado por el gobierno, que te da
derecho a consumirla, en caso de ser extranjero o no portar dicho
permiso, te está permitido consumir ciertos gramos.
El menú que la chica me
facilitó detallaba la procedencia de la marihuana por países y los
precios de la misma por gramos. Mientras que las tortas y la variedad
de té que aparecían en la carta, también eran a base de cannabis.
Pues, no tardé en salir corriendo del lugar, porque no bebo, ni fumo
y menos debutaré en el mundo de las drogas en un país extranjero.
La mesera me indicó que en restaurantes o bares, podría conseguir
el ansiado café negro que requería. Salí corriendo del lugar, pero
el olor a humo se me quedó pegado en la ropa, y seguro quien me lo
sentía, pensaría que yo también consumo cannabis y que andaba
drogado por la calle. ¡Que raya!
Dos cuadras más adelante
había un restaurante, afortunadamente libre de humo y de drogas.
Allí si me ofrecieron
café y el ambiente era más tranquilo. Canciones de jazz clásico
salían de los altavoces del lugar y una gran lámpara de cristales
traslúcidos adornaba un techo decorado con pinturas de ángeles.
Mientras tomaba el café, analizaba si me quedaba un par de horas en
el restaurante, porque allí me sentía seguro o caminaría por la
ciudad, para por lo menos decir que conocí Amsterdam.
Un menú parecido a este fue el que me ofreció la mesera
De repente, sonaron los
clicks automáticos de una cámara fotográfica, busqué con la vista
de donde salían dichos sonidos y resulta que en la mesa detrás de
la mía, estaba un muchacho, con una cámara hipermoderna y un lente
gigantesco, haciéndome fotos a distancia.
Puse mala cara y entonces
el joven se acercó y me pidió disculpas por su atrevimiento. Me
dijo que se llamaba Adam y que estudiaba arte. Que se iba a
especializar en fotografía y que le parecí un personaje de
“belleza exótica y salvaje”. Le dije que estaba describiendo a
un loro o a una guacamaya con esos términos y se echó a reír.
Le dije en español: ¡el
coño de tu madre, anda a comparar con un loro a tu abuela! ¡Salvaje
y exótico es tu culo, pajúo!
Y cuando me pidió la
traducción al inglés del insulto que le propiné, le dije
sonriente: nada, que se ve que eres buen fotógrafo y se nota que el
arte es tu pasión.
Comenzamos a conversar y
al preguntarme qué hacía en Amsterdam, le conté mi equivocación
al tomar el tren y me dijo:
- “Entonces debes aprovechar al máximo tu viaje a Amsterdam, ven y te llevo a conocer la ciudad”.
Una noche muy
pero muy extraña
Lo primero que hizo Adam
fue llevarme al “Barrio Rojo”. Allí están los centros de
prostitución de Amsterdam. Es un barrio frente a uno de los canales
de agua, lleno de caserones en los cuales las mujeres se exhiben en
ropa interior en grandes ventanales que están alumbrados con
bombillos rojos.
El muchacho me explicó
que los de la calle de enfrente eran burdeles ilegales, mientras que
donde estábamos era la prostitución legal, que era aprobada y
controlada por el gobierno.
Me dijo que el
libertinaje era el pan nuestro de cada día en la capital holandesa,
tanto era así, que hasta se había creado para la época un partido
político que apoyaba la pedofilia, pero los demás países europeos
habían rechazado la idea y lo eliminaron sin pensarlo dos veces. Si
revisan en la Internet, aparecen los reportajes y las notas de
rechazo contra esta sarta de enfermos mentales que creyeron que era
normal el abusar de un infante. De verdad que yo los fuese puesto
presos a todos y le impondría cadena perpetua para que no sigan
destruyéndole la vida a seres inocentes.
Uno de los famosos cafés de Amsterdam, donde precisamente NO venden café
En pleno paseo, Adam
recibió una llamada a su teléfono celular, habló unos minutos en
su lengua natal y me preguntó:
- “¿Te gustaría ir a una fiesta? Es que una gran amiga está de cumpleaños y se lo están celebrando en su apartamento, ¿te gustaría ir conmigo?”
De verdad que me lo
pensé, soy desconfiado por naturaleza y a pesar que de Adam se había
mostrado educado, inteligente y, aparentemente buena persona, le dije
que no me animaba la idea. Entonces insistió y fui bajo la condición
de que no iba a un lugar lleno de mafiosos, prostitutas, pedófilos o
drogadictos. Se rió, me dijo:
- Te aseguro que mis amigos no son nada de lo que me indicas, salvo el consumo de drogas, que aquí en Amsterdam es normal fumar marihuana.
Imagen del "Barrio Rojo" de Amsterdam, donde las prostitutas se exhiben en ventanales
De inmediato pensé que
debía esperar sí o sí hasta el amanecer para tomar el tren de
vuelta a Bruselas, entonces la única opción que me brindaba la
noche era arriesgarme a asistir a la dichosa fiesta, total, no tenía
más nada que hacer y además el hambre ya me estaba atacando.
Nos montamos en el auto
de Adam y después de varios minutos rodando, mientras yo disfrutaba
los canales de agua que adornan la capital holandesa, llegamos a un
viejo edificio de ladrillos.
Subimos un par de pisos y
cuando la puerta se abrió, se los juro que la escena me remontó a
la década de los 60, porque aquello parecía más un encuentro
hippie que una fiesta.
Adam gritó en voz alta y
todo el mundo guardó silencio:
- “Su atención por
favor, este es un amigo venezolano y se llama José. Él no habla
holandés, solo inglés, así que desde este momento todos hablaremos
inglés para que él no se sienta incómodo”.
Acto seguido, todos
comenzaron a hablar en inglés.
Así de hermosa se veía la ciudad cuando la recorrí de madrugada
En el dañado sofá de la
sala había una pareja de novios que se besaban, tocaban y
acariciaban, sin percatar que estaban rodeados de personas. Estaban
en su mundo y por más que había ruido a su alrededor, ni se
inmutaban.
En un rincón estaba la
cumpleañera, que colocaba en un tocadiscos como de los 70s un long
play de The Doors y repetía sin parar el tema “Light my fire”,
que a su vez bailaba alzando los brazos y con los ojos cerrados. El
aparato sonaba horrible y el disco se pegaba porque estaba rayado,
pero igual la chica disfrutaba la canción y la cantaba en voz alta.
En la cocina habían tres
hombres fumando marihuana, se pasaban el cigarrillo fabricado a mano
con papel periódico, no decían ni una palabra, estaban en silencio
y concentrados en consumir la yerba.
Adam comentó que tenía
hambre, entonces abrió el refrigerador, sacó un muslo de pollo del
mismo y comenzó a morderlo con dificultad. Después comenzó a
tomarle fotos a los presentes en el lugar.
De repente, la chica que
estaba en el sofá comenzó a jadear, mientras su novio le metía la
mano bajo la falda y, acto seguido, le sacó una teta de la blusa.
A pesar de la perfección
del seno al aire y de su hermoso color rosado, nadie se percató del
erótico hecho y la parejita aprovechó la situación para ponerle
más picante al asunto.
Mientras los novios se
preparaban para tener sexo delante de los presentes, respiré
profundo y me dije a mi mismo:
- “¡Ay José Luis Mata!¿Dónde mierda te metiste”?
CONTINUARÁ....
Joseluismatasanchez@gmail.com - Marzo 2015
Reportaje sobre el Barrio Rojo y los Cafés de Amsterdam
Jaaaaa vamos por la parte 2
ResponderEliminarQue buen relato.
ResponderEliminarPor favor, espero la segunda parte.