sábado, 21 de marzo de 2015

Perdido en Amsterdam

         Amsterdam y sus hermosos canales de agua


Cuando vivía en Venezuela, escuché en una oportunidad a alguien decir que la vía más rápida, fácil y barata de viajar por toda Europa era utilizando los trenes. Pues..¡eso es totalmente falso! Porque no hay nada más caro, complicado e incómodo que viajar en tren a cualquier ciudad del Viejo Mundo.
La gran mayoría son trenes viejos y, como tal, son lentos e incómodos. Los más modernos son lujososy súper rápidos, pero excesivamente costosos, incluso valen más que un avión.
También es un gran lío tomar el tren, porque están divididos por líneas A,B,C y D que utilizan una sola vía y sus servicios y precios varían dependiendo la hora y los días.

Yo tuve una experiencia muy desagradable y, a su vez, extraña gracias a los trenes de Europa.
Resulta que en una oportunidad, me invitaron a una fiesta cuando vivía en Bruselas, Bélgica.
La recepción se realizaría en un pueblo cercano a Holanda, quedaba a solo 45 minutos de la capital belga y debía estar allí a partir de las 9:00 pm. Poco antes de salir de la residencia, me guardé 50 euros en la cartera, pensé que no necesitaba mucho dinero ya que iba a una reunión. Recuerdo que ese día había mucho frío y usé bufanda, guantes y sobretodo.

Era viernes y me tocó hacer una gran fila en las taquillas de la Estación Cental de Trenes de Bruselas, para poder comprar los tickets, ya que habían cientos de turistas en pantalones cortos y chanclas cargando mochilas, que pretendían viajar a otras ciudades belgas u holandesas.
Viendo su atuendo, me preguntaba: ¿no tienen frío con tan poca ropa y, por qué carajo los europeos y norteamericanos tienen la mala maña de andar casi desnudos y en chancletas de goma cuando van a turistear?



                            Estación central de Bruselas


Estuve largo rato en la fila y aproveché el tiempo para mandarle mensajes telefónicos a mis amigos anunciado que ya iba en camino. Cuando tocó mi turno en la taquilla, compré solo el pasaje de ida que me costó 7,95 euros, ya que me traerían de vuelta a Bruselas en auto, una vez finalizada la fiesta.
El ticket indicaba que me tocaba tomar el tren en el andén número “2” y el aparato llegaría a la estación a las 7:30 pm en punto y así fue. Emocionado, le mandé un SMS a mis amigos con la intención de que me esperaran en la estación y, desde allí, irnos todos juntos a la fiesta.
Uno de ellos me escribió que eran solo 5 estaciones desde el lugar de mi partida y que por favor las contara, para que no me perdiera, ni equivocara el lugar donde tenía que llegar.

Saqué del bolsillo de mi sobretodo un aparato de MP3 y me dediqué a escuchar música mientras el tren rodaba y rodaba. Por la hora, solo se podía ver a través de los vidrios casitas con las luces encendidas en medio de una llanura oscura. De repente, los altavoces del tren anunciaron la primera estación.

“Me faltan cuatro” - analicé y continué escuchando música.

Dios, U2 y mis ganas de conocer un lugar nuevo, me acompañaron durante el viaje.

Mientras miraba por la ventanilla, podía leer los nombres de las estaciones que el tren seguía de largo. De repente, el aparato se paró de nuevo y pude observar que el letrero de la estación no era del mismo color de las otros que había dejado atrás. Pensé que variaba el diseñp dependiendo si las líneas eran A,B o C. Era la segunda parada y me faltaban tres estaciones más para llegar al lugar. Sin embargo, pasaron los minutos y el tren seguía rodando y no se detenía.

Comencé a ponerme nervioso, intenté mandar un SMS a mis amigos, pero dentro del aparato no había cobertura, así que el mensaje me rebotó.


                                  Uno de los trenes de Bélgica


De repente, el altavoz se vuelve a activar y la voz femenina dice en inglés: bienvenidos a la Estación Central de Amsterdam, en tan solo unos minutos arribaremos a la capital holandesa.
Entré en pánico, quedé en shock, se suponía que iba a una ciudad cercana a Bruselas ¡Y terminé en otro país!

Era como si fuera de Barquisimeto a Cabudare y terminé en Bogota, Colombia. O como si fuese de Buenos Aires a Moreno y arribe a Asunción, Paraguay. ¿Ahora que carajo hago yo en Amsterdam?

¿Y ahora qué hago?

Cuando apenas bajé del tren, le pregunté al señor de la taquilla ¿en qué había fallado? ¿por qué el tren no paró en la quinta estación como yo esperaba? Y me dijo:

  • “Ya veo que no le explicaron que tenía que tomar la línea A, B, C o D, es por eso que ahora está en Amsterdam, usted tomó el andén número 2, pero la línea equivocada”

Lo más curioso es que en el bendito ticket no aparecía ninguna letra, solo el número del andén.
Me alejé de la taquilla, tomé mi celular, llamé a mis amigos y me dijeron que tenían más de una hora esperándome en la estación de trenes.

  • “Disculpenme, pero estoy en Amsterdam, Holanda, agarré el tren equivocado, nadie me explicó lo de las líneas A,B,C,D, así que dejénme averiguar cómo me devuelvo hasta allá”.

Corrí hasta la taquilla, pero la estaban cerrando, le dije que al vendedor que necesitaba un ticket de vuelta urgente a Bélgica y éste sonriente me comentó:

  • “Lo siento señor, pero el próximo tren a Bruselas parte mañana a las 6:00 am y los tickets se compran al momento, no por anticipado”.

Me dió un ataque de nervios, vuelvo a llamar por teléfono a mis amigos y éstos me dicen que no pueden viajar hasta Amsterdam a buscarme, porque les queda lejos, así que sí o sí tenía que quedarme en esa ciudad y esperar el primer tren al día siguiente para volver a Bélgica.

Me tomo un respiro para calmarme un poco, reviso mi cartera y solo tenía encima 42 euros, creanme que desde ese día juré más nunca salir con la cartera vacía de casa. Con esa pequeña cantidad de euros tenía tres opciones: comer algo o pagarme un cuarto en un hostal -que es lo más barato- para pasar la noche o utilizar el dinero para pagar el ticket de vuelta a Bruselas.


                               Estación Central de Amsterdam



Normalmente cuando viajo a un país extranjero, planifico mi visita al lugar con antelación.
Lo primero que hago es sentarme frente a la computadora y usar la Internet. Allí busco los sitios turísticos a visitar, anoto los precios, direcciones, opciones donde comer y más. Pero en este caso, fue un turismo “obligatorio” y, lo que es peor...¡Sin dinero!.

Un café que no era café

Eché a caminar para aclarar mi mente, pensé que la mejor opción era caminar por la ciudad hasta que amaneciera. A pocos metros de la estación había un café. Pensé tomarme una taza de café negro, para así aguantar el sueño.

El lugar era de dos plantas, arriba tenía como una terraza llena de mesas y se veía mucho humo, se notaba que era el lugar para fumadores, pero cuando entré al interior, también la gente estaba fumando y la humadera apenas dejaba verles la cara. Olía fatal, olía a marihuana que se mezclaba con el olor a tabaco tradicional, mas olor a incienso que era utilizado para camuflar los otros olores desagradables, todo esto creaba un ambiente pesado y difícil de respirar.
Sonaba a todo volumen música de Bob Marley y había mucho calor. Comencé a toser, me abaniqué con la mano para apartar algo de humo de mi cara.



                      Había tanto humo en el lugar, que parecía neblina


Apenas me senté, la mesera me dio un menú bastante raro, ya que por ningún lado había comida, ni bebidas, salvo un par de tortas, té de varios sabores y nombres de países con diferentes precios.
De verdad que no entendía nada, le pedí un café y me dijo que en Amsterdam “los cafés” eran lugares donde se fumaba marihuana y no donde servían bebidas o comidas.
Allí la droga es legal, siempre y cuando tengas un carnet aprobado por el gobierno, que te da derecho a consumirla, en caso de ser extranjero o no portar dicho permiso, te está permitido consumir ciertos gramos.

El menú que la chica me facilitó detallaba la procedencia de la marihuana por países y los precios de la misma por gramos. Mientras que las tortas y la variedad de té que aparecían en la carta, también eran a base de cannabis. Pues, no tardé en salir corriendo del lugar, porque no bebo, ni fumo y menos debutaré en el mundo de las drogas en un país extranjero. La mesera me indicó que en restaurantes o bares, podría conseguir el ansiado café negro que requería. Salí corriendo del lugar, pero el olor a humo se me quedó pegado en la ropa, y seguro quien me lo sentía, pensaría que yo también consumo cannabis y que andaba drogado por la calle. ¡Que raya!

Dos cuadras más adelante había un restaurante, afortunadamente libre de humo y de drogas.
Allí si me ofrecieron café y el ambiente era más tranquilo. Canciones de jazz clásico salían de los altavoces del lugar y una gran lámpara de cristales traslúcidos adornaba un techo decorado con pinturas de ángeles. Mientras tomaba el café, analizaba si me quedaba un par de horas en el restaurante, porque allí me sentía seguro o caminaría por la ciudad, para por lo menos decir que conocí Amsterdam.




       Un menú parecido a este fue el que me ofreció la mesera


De repente, sonaron los clicks automáticos de una cámara fotográfica, busqué con la vista de donde salían dichos sonidos y resulta que en la mesa detrás de la mía, estaba un muchacho, con una cámara hipermoderna y un lente gigantesco, haciéndome fotos a distancia.
Puse mala cara y entonces el joven se acercó y me pidió disculpas por su atrevimiento. Me dijo que se llamaba Adam y que estudiaba arte. Que se iba a especializar en fotografía y que le parecí un personaje de “belleza exótica y salvaje”. Le dije que estaba describiendo a un loro o a una guacamaya con esos términos y se echó a reír.

Le dije en español: ¡el coño de tu madre, anda a comparar con un loro a tu abuela! ¡Salvaje y exótico es tu culo, pajúo!

Y cuando me pidió la traducción al inglés del insulto que le propiné, le dije sonriente: nada, que se ve que eres buen fotógrafo y se nota que el arte es tu pasión.

Comenzamos a conversar y al preguntarme qué hacía en Amsterdam, le conté mi equivocación al tomar el tren y me dijo:

  • “Entonces debes aprovechar al máximo tu viaje a Amsterdam, ven y te llevo a conocer la ciudad”.

Una noche muy pero muy extraña

Lo primero que hizo Adam fue llevarme al “Barrio Rojo”. Allí están los centros de prostitución de Amsterdam. Es un barrio frente a uno de los canales de agua, lleno de caserones en los cuales las mujeres se exhiben en ropa interior en grandes ventanales que están alumbrados con bombillos rojos.
El muchacho me explicó que los de la calle de enfrente eran burdeles ilegales, mientras que donde estábamos era la prostitución legal, que era aprobada y controlada por el gobierno.
Me dijo que el libertinaje era el pan nuestro de cada día en la capital holandesa, tanto era así, que hasta se había creado para la época un partido político que apoyaba la pedofilia, pero los demás países europeos habían rechazado la idea y lo eliminaron sin pensarlo dos veces. Si revisan en la Internet, aparecen los reportajes y las notas de rechazo contra esta sarta de enfermos mentales que creyeron que era normal el abusar de un infante. De verdad que yo los fuese puesto presos a todos y le impondría cadena perpetua para que no sigan destruyéndole la vida a seres inocentes.




  Uno de los famosos cafés de Amsterdam, donde precisamente NO venden café




En pleno paseo, Adam recibió una llamada a su teléfono celular, habló unos minutos en su lengua natal y me preguntó:

  • “¿Te gustaría ir a una fiesta? Es que una gran amiga está de cumpleaños y se lo están celebrando en su apartamento, ¿te gustaría ir conmigo?”

De verdad que me lo pensé, soy desconfiado por naturaleza y a pesar que de Adam se había mostrado educado, inteligente y, aparentemente buena persona, le dije que no me animaba la idea. Entonces insistió y fui bajo la condición de que no iba a un lugar lleno de mafiosos, prostitutas, pedófilos o drogadictos. Se rió, me dijo:

  • Te aseguro que mis amigos no son nada de lo que me indicas, salvo el consumo de drogas, que aquí en Amsterdam es normal fumar marihuana.



Imagen del "Barrio Rojo" de Amsterdam, donde las prostitutas se exhiben en ventanales




De inmediato pensé que debía esperar sí o sí hasta el amanecer para tomar el tren de vuelta a Bruselas, entonces la única opción que me brindaba la noche era arriesgarme a asistir a la dichosa fiesta, total, no tenía más nada que hacer y además el hambre ya me estaba atacando.

Nos montamos en el auto de Adam y después de varios minutos rodando, mientras yo disfrutaba los canales de agua que adornan la capital holandesa, llegamos a un viejo edificio de ladrillos.
Subimos un par de pisos y cuando la puerta se abrió, se los juro que la escena me remontó a la década de los 60, porque aquello parecía más un encuentro hippie que una fiesta.

Adam gritó en voz alta y todo el mundo guardó silencio:

- “Su atención por favor, este es un amigo venezolano y se llama José. Él no habla holandés, solo inglés, así que desde este momento todos hablaremos inglés para que él no se sienta incómodo”.

Acto seguido, todos comenzaron a hablar en inglés.



 Así de hermosa se veía la ciudad cuando la recorrí de madrugada


En el dañado sofá de la sala había una pareja de novios que se besaban, tocaban y acariciaban, sin percatar que estaban rodeados de personas. Estaban en su mundo y por más que había ruido a su alrededor, ni se inmutaban.

En un rincón estaba la cumpleañera, que colocaba en un tocadiscos como de los 70s un long play de The Doors y repetía sin parar el tema “Light my fire”, que a su vez bailaba alzando los brazos y con los ojos cerrados. El aparato sonaba horrible y el disco se pegaba porque estaba rayado, pero igual la chica disfrutaba la canción y la cantaba en voz alta.


En la cocina habían tres hombres fumando marihuana, se pasaban el cigarrillo fabricado a mano con papel periódico, no decían ni una palabra, estaban en silencio y concentrados en consumir la yerba.

Adam comentó que tenía hambre, entonces abrió el refrigerador, sacó un muslo de pollo del mismo y comenzó a morderlo con dificultad. Después comenzó a tomarle fotos a los presentes en el lugar.
De repente, la chica que estaba en el sofá comenzó a jadear, mientras su novio le metía la mano bajo la falda y, acto seguido, le sacó una teta de la blusa.
A pesar de la perfección del seno al aire y de su hermoso color rosado, nadie se percató del erótico hecho y la parejita aprovechó la situación para ponerle más picante al asunto.

Mientras los novios se preparaban para tener sexo delante de los presentes, respiré profundo y me dije a mi mismo:

  • “¡Ay José Luis Mata!¿Dónde mierda te metiste”?


CONTINUARÁ....


Joseluismatasanchez@gmail.com - Marzo 2015



Reportaje sobre el Barrio Rojo y los Cafés de Amsterdam

2 comentarios: