Foto que me hice en el 2001 en Montreal, Canadá. Allí estaba en el jardín de Alvaro, quien amablemente me recibió en su departamento y la foto me la tomó mi amiga María Teresa
Siempre he pensado que a pesar de todos sus defectos o virtudes, Venezuela es el mejor país y el más bello del mundo. Sé que suena irónico, ya que vivo en el extranjero, pero cuando se vive lejos de la tierra que te vió nacer, se extrañan más sus comidas, su gente, sus paisajes, sus colores...¡TODO!
Todas las actividades que he hecho y haré fuera las fronteras venezolanas, siempre ha sido pensando en mi país y en mi gente, en alzar el nombre de Venezuela en el mundo.
Lamentablemente, no todos piensan como yo. Durante mis viajes y estadías por el “Primer Mundo”, me he encontrado con venezolanos que rechazan su raza, desprecian a nuestro país y se creen alemanes, belgas, ingleses o del país donde emigraron. Lo más triste es que su aspecto criollo no lo pueden disimular, a pesar de utilizar acentos extranjeros o se disfracen con las vestimentas del país que los acogió.
Con dolor tengo que reconocer que algunos venezolanos que conocí y que residen fuera de su país descargan a Venezuela y sólo recuerdan lo malo, lo negativo y las historias más horrorosas que vivieron en su terruño natal. Todos esos resentimientos son las causas aparentes y los justificativos que utilizan los que yo bauticé como los “Gringos de Barrio Unión” para aborrecer a su país y que me disculpen los habitantes del Barrio Unión de Barquisimeto, pero esto no tiene nada que ver con ellos, sino que utilicé ese nombre porque todos estos “Odia Venezuela” provienen de barrios u orígenes humildes y los une los mismos ideales, o sea, olvidar al país que dejaron atrás.
Antes de ir a Montreal, Canadá, en el año 2001, una señora me pidió que por favor visitara a su hijo que tenía tiempo que no veía, ni sabía de él. Me dió su número de teléfono y unas fotos envueltas en papel para que se las entregara.
“Espero las imágenes le remuevan los recuerdos y así se acuerda que tiene madre”, me dijo la anciana con tono de tristeza.
Días después que me instalé en el barrio de Plamondon de Montreal, llamé a este muchacho desde una cabina telefónica en la calle, pero me cayó un contestador que decía unas palabras en inglés y que dejara el mensaje después del tono. Como se supone que iba a hablar con un paisano mío, le dejé grabado el número de la casa donde me estaba quedando en español. En horas de la noche, me devolvió la llamada, la voz tenía un marcado acento norteamericano.
- ¿Hablo con el senior Mata, po favó?
- Si hablas con él, ¿quién es?
- You llamar a mi house, ¿qué querer?
- Disculpa, es que tu mamá te envió algo conmigo...
- ¿Tú hablar inglés? ¡Porque no entender nada!
- Yes, I speak english
Entonces comenzamos a conversar en inglés y me dió su dirección. Quedamos en vernos un sábado a las 7:30 pm, no si antes advertirme que sólo me atendería media hora porque estaba muy ocupado.
Al colgar, pensé que el chico tenía muchos años viviendo en Canadá, porque su español era deficiente.
El día acordado llegó, el jóven vivía en una de las mejores zonas de la ciudad y para llegar hasta allá, me tocó tomar varios metros porque me perdí y más aun cuando se tienen sólo unos días en una ciudad totalmente desconocida para un recién llegado como yo.
Afortunadamente, me fui temprano previniendo el adivinar cómo llegar al lugar. Cuando estuve frente a su puerta y toqué el timbre, su saludo en inglés fue: “llegas tarde 3 minutos”...
Se trataba de un muchacho moreno, bastante oscuro, cabello ensortijado, delgado y de baja estatura, o sea, más venezolano no se puede.
- Discúlpame, pero me perdí en dos oportunidades, las líneas del metro me confundieron...
- Mucho gusto, soy Enrique (nombre falso para proteger su identidad), okey, al grano, ¿qué quiere mi mamá?
- No lo sé. Te mandó este sobre...
- Lo abrió en silencio, miró las fotos de reojo y leyó la carta en español. Mientras tanto, yo observaba la casa, y noté que tenía el televisor encendido con un juego de fútbol americano y música rap a todo volumen a la vez. De repente, salió un tipo altísimo de aspecto nórdico de una habitación y Ernesto me dijo:
- Él es norteamericano, es mi pareja y no habla español, así que continuaremos nuestra conversación en inglés para que él no se sienta excluido.
- ¡Está bien!...¿cuánto tiempo tienes en Canadá?
- Un año...
- ¿Y cuándo te fuiste de Venezuela?
- Hace un año...
Entonces comencé a hablarle en español, hecho que no le gustó para nada.
- ¿Por qué tienes acento gringo si sólo tienes 12 meses en este país?
- (Con marcado acento venezolano me respondió molesto) Porque no quiero que se me relacione con esa mierda de país.
- No se llama mierda, se llama Venezuela y allí naciste, te criaste y viviste hasta hace 12 meses guevón, ¿o se te olvidó?
- Mira, si me vas a venir con temitas de orgullo nacional, te puedes ir yendo...
- No te preocupes que ganas de irme no me faltan.
El gringo, viendo que nuestro tono se tornó agresivo, intervino:
- ¿What´s wrong? (¿Qué pasa?)
- Nothing my love, nothing (Nada mi amor, nada)
Siguió viendo el juego y de repente sonó como una alarma de reloj, Ernesto lo había programado para que sonara media hora después.
- Ya tu tiempo se agotó, te pido no le digas nada a mi mamá, dile que no me viste y que no pudiste contactarme, ¿está bien?
- ¡Está bien!
- Ven y te acompaño a la puerta, siento decepcionarte, pero espero entiendas que no quiero nada con el Tercer Mundo y si pudiera cambiarme el color de piel y borrar mi pasado venezolano lo haría. No te imaginas cómo odio a Venezuela.
- ¿Sufriste algún trauma o una mala experiencia en nuestro país para que lo aborrescas con tantas ganas?
- ¿No te parecen suficiente los tierrúos, los negros y la gente ordinaria y fea que habita allí como para despreciar a ese país?
- (Tomé un respiro para no meterle un golpe, porque era lo que se merecía, pero me contuve) Chico, ¿tú no te estás visto en un espejo? Aparte de mal educado y desubicado, tienes en tu ser todo lo que desprecias de Venezuela, además de chulo y marico...
Se quedó mudo y a mis espaldas sonó un portazo, que me dejó sordo unos minutos.
Gracias a Dios, de este personaje no supe nada más, ni quiero saber tampoco....
Fotografía de mi primera nevada en Salaberry de Valleyfield, una ciudad cerca de Montreal. Era la primera vez en la vida que veía nieve...
Antes de continuar con esta historia, debo aclarar algo: NO SOY RACISTA, NI DISCRIMINO A NADIE, acepto a las personas tal como son, el hecho está en que he tratado desde travestis hasta personas que practican sadomasoquismo, hecho que me ha valido críticas y hasta me han juzgado mal simplemente por tener trato con personas rechazadas socialmente. Pero considero que no soy nadie para criticar a la gente y menos para controlarles sus vidas. Lo que me molesta realmente son las personas que ven defectos en los demás y no se ven los propios. Destrozan a sus semejantes y no se miran a si mismos. Bien lo decía mi abuela: “el mono no ve su rabo, para mirarle el rabo a los otros monos”.
Me enojó enormemente que Ernesto rechace a nuestra gente y más por razones tan absurdas como el aspecto físico y por razones de status social. Más frivolidad y “cabezahuequismo” no se puede.
Parece que este estúpido no tiene espejo en su casa y no se da cuenta que es más criollo que una arepa y que lo único que tiene de canadiense es la casa donde habita y el papel legal que le da permiso para habitar en ese país. ¡NADA MÁS!
Maricarmen Clay, una venezolana radicada en Esslingen, Alemania. Está casada con un alemán, tiene dos niños y es la creadora de una agrupación de danzas folklóricas venezolanas, con la que se ha presentado por toda Alemania, exaltando nuestra cultura en Europa. En la foto aparece con su hijo menor, quien por cierto, ya sabe bailar joropo...
Lamentablemente, conocí en el extranjero varios casos como éste.
En España traté a un muchacho que hablaba con marcado acento madrileño y éste creía que, por hablar como los capitalinos ibéricos, iba a transformar de manera radical su físico latinoamericano.
En Alemania me presentaron a una marabina que se teñía el cabello de rubio y utilizaba lentes de contactos azules para disimular sus genes goajiros y, se creía tan alemana, que hasta sustituyó su nombre en español por uno germánico y de manera legal. Incluso le ofendía que la llamaran por su nombre venezolano. Si antes se llamada Yusneida del Carmen Prieto Perez (nombre inventado para proteger su identidad), ahora es Greta Ingeborn Heinz Guttenberg, pero la pinta de “Lila Morillo” no se la quitaba NADA, ni NADIE. Ni siquiera la pintura rubia platinada de su cabello mal desrrizado pudo borrar sus raíces indígenas y mucho menos los plásticos azules que utilizaba en sus achinados ojos.
También conocí venezolanos que se quedaban en el Primer Mundo, porque allá hay cosas que no se consiguen en nuestro país, como por ejemplo: marcas de renombre o tecnología de punta, pero de vaina tienen para comer y los realitos les alcanza sólo para pagar las deudas.
Puedo entender y, es lógico, que uno debe amar el país extranjero que te recibe, así como adaptarse a su cultura, clima, gastronomía, idioma, etc...pero de allí a querer ser un “nativo puro”, pues veo esa reacción como un gravísimo problema de autoestima y creo que se convierte en un peo patológico cuando les da por odiar al país que los vió nacer.
En el Primer Mundo conocí a varias venezolanas con el cabello teñido de platinado, pero no por moda, sino porque deseaban ser "rubias nativas" y querían borrar con pintura sus raíces latinoamericanas
Caso contrario sucede con los colombianos, que AMAN a su tierra por encima de cualquier cosa.
Todas las casas de colombianos que visité durante mi estadía en Europa, TODAS tenían un detalle que les recordara su país, ya sea una bandera, una foto de un paisaje o alguna artesanía típica.
Cuando se les habla de Colombia, se ponen nostálgicos, recuerdan lo bueno, lo bonito y lo mejor de su país. Ninguno de ellos me habló de la guerrilla, ni de la droga, sino de los bellos paisajes de sus lugares de nacimientos, de su comida tradicional y hasta de su música.
Aclaro también que conocí en el extranjeros a venezolanos que AMAN a su país, que extrañan a su terruño natal y con los que me reuní, más de una vez, para comer arepas, un buen plato de caraotas, bailar la música de Billo´s o simplemente, para repartirnos las nostalgias del país que miramos desde lejos y que no se deja de extrañar NUNCA porque orgullosamente nacimos y crecimos allí.
Mi primera fiesta venezolana en Europa. Fue en el departamento de mi amigo Pedro Linarez en Sevilla, España, en el año 2005 y la pasamos súper bien, incluso escuchamos la música de la "Billo´s Caracas Boys" y de "Un solo pueblo". Extrañaba mucho mi acento y mi gente, y esta reunión me devolvió la energía venezolana que estaba necesitando para aquel entonces...¡Cómo nos reímos!
Creo que ese sentimiento de pertenencia y amor por lo nuestro es el que nos hace falta a los venezolanos. Apoyar nuestro joropo u otra danza tradicional no es un hecho “tierrúo” u ordinario como algunas personas lo ven. En México, por ejemplo, cualquier celebración, hasta la más fina y elegante, incluye música típica, por eso me alegra que en eventos como el Miss Venezuela, incluyan presentaciones con temas folklóricos.
Ya está bueno ver a nuestro país como un banco que se roba y se disfrutan los reales en otros lados. La política no debería trasformar el ánimo de los venezolanos y menos controlarle sus vidas o separarnos. Ya basta de quejarnos y no hacer nada. También tenemos un lado muy hermoso como nuestra hospitalidad, una naturaleza hermosa, la gastronomía y más cosas que tenemos para exaltar, promocionar y, sobre todo, amarlo por sobre todas las cosas, porque Venezuela es nuestra madre y a la madre ni se le pega, ni se le ofende, se le adora y se le respeta.
¡VIVA VENEZUELA!
José Luis Mata – Junio 2012
Niños venezolanos bailando música folklórica en un colegio de los Estados Unidos
Venezolanos en el extranjero aconsejan a los que deseen emigrar
Músicos venezolanos tocando cuatro y arpa en el barrio de Santa Catherine, en Montreal, Canadá
Fotografía de su la señora Fanny Sepúlveda y su hija Carolina. Esta foto se las tomé durante la fiesta de cumpleaños de Fanny en el 2004, en el departamento de ambas en Bruselas, Bélgica. Estas dos hermosas colombianas me tiendieron la mano en ese país y con ellas compartí hermosos momentos en la capital belga. Les estaré eternamente agradecido...