domingo, 22 de marzo de 2015

Perdido en Amsterdam (2da parte)

Los antiguos edificios de Amsterdam parecen casas de muñecas


Amsterdam es una ciudad hermosa.
Está compuesta por canales de agua que atraviesan todo el lugar.
Es impresionante ver que en dichos canales hay casas barcos, restaurantes y hasta hoteles, flotando sobre el agua.

Cientos de puentes de piedra adornan la ciudad y los adoquines de las calles, le dan un toque nostálgico y antiguo. Sus casas fueron construidas de manera vertical y con tres o cuatro plantas de altura, que emulan edificaciones de muñecas, por sus ventanas y techos decorados.

En la capital holandesa el libertinaje está permitido, el cual es confundido con libertad y liberación.

Es extraño, pero la prostitución femenina es legal, mas no así la masculina, la cual está prohibida.
La ciudad ofrece una gran variedad de lugares en los cuales el sexo y las drogas están permitidas por ley, pero curiosamente, si dos homosexuales llegan a besarse o tocarse en la calle, van presos por “inmorales”, a pesar de que el matrimonio gay es una realidad en Holanda.

Amsterdam también es una ciudad muy cultural, con cientos de museos y sitios históricos, pero el turismo se ve más atraído por los “cafés” o los prostíbulos callejeros, que por las obras de Rembrandt o Vincent Van Gogh.

Volviendo a mi historia, ya eran las casi las tres de la madrugada y yo aún seguía en la “animada fiesta”, con hambre y viendo casi una escena porno en vivo, mientras Adam le tomaba fotos a la pareja, que cada vez se calentaba más sobre el viejo sillón.

El joven fotógrafo se concentró en la teta de la chica y volteaba la cámara de arriba a abajo para lograr un mejor ángulo de la protuberancia femenina y su dueña ni se inmutaba, porque estaba tan sexualmente excitada, que creo que ni sabía que estaba rodeada de gente.

Mi paciencia, hambre y cansancio llegaron a su fin, entonces me levanté y dije en voz alta:

  • “Disculpen, pero me muero de hambre, ¿alguien podría indicarme dónde carajo ir a comer así sea perros calientes”.

Entonces todos reaccionaron, hasta la cumpleañera, y los tres marihuaneros se me quedaron mirando, hasta que uno de ellos comentó:

  • ¿Ya llevaron al latino a conocer los centros nocturnos de Amsterdam?
  • ¡Pues no! - respondí en voz alta, con la intención de que me sacaran de ese lugar seudo hippie, aburrido, deprimente y con olor a humedad.

Entonces bajamos todos y nos dividimos en dos dos grupos, que viajarían en dos autos.

Con Adam y conmigo venían la parejita, que seguían con su calentura en el asiento de atrás junto a la cumpleañera, que aún cantaba la canción de The Doors en voz baja.


Una noche sin fin

Nos paramos en un puesto callejero de perros calientes. Había mucha gente tomada y drogada en el lugar. Tenía tanta hambre, que me comí dos panes con salchichas sin casi masticarlos.
Por su parte, la cumpleañera solo se tomó una coca cola porque “quería conservar la línea”, mientras que la pareja no se bajó del auto y empezaron a tener sexo en el asiento trasero del mismo, hecho que le produjo a Adam gracia, porque vio como las piernas de la chica salían por una de las ventanillas de su vehículo.

De repente, de la misma salió disparado un condón usado y la pareja bajó rápidamente, ella despeinada y con el maquillaje corrido y él cerrándose la cremallera del pantalón y colocándose los zapatos en plena acera.



  Comimos perros calientes (panchitos) en un puesto callejero de comida rápida



Una vez terminada la “cena rápida” y luego de que a la cumpleañera le diera por vomitar en plena calle, comenzamos a recorrer bares, discotecas y antros, en los cuales durábamos cuando mucho, unos 10 minutos, ya que la intención era que yo los conociera casi todos en una sola madrugada.

Si me preguntan cómo se llaman los lugares que visité, dónde quedan o cuál era la especialidad de cada uno de estos centros nocturnos, pues no tengo ni la menor idea. Solo recuerdo vagamente decoraciones que me parecieron atractivas, también algunos temas que allí sonaban porque los conocía o que estos lugares atraían a públicos muy diferentes, ya que habían bares para todos los gustos.

El que más me llamó la atención fue una discoteca que tenía gogo dancers vestidos de ángeles, de ambos sexos, y bailaban sobre tablas decoradas con algodón que simulaban nubes.

La canción de moda para aquel entonces era “Pump it up” del cantante belga Denzel y, en casi todos los centros nocturnos que visité, sonaba a todo volumen. También “Satisfaction” de Benny Benassi.



Esta era la canción que sonaba insistentemente en los centros nocturnos de Amsterdam. La gente hacía el mismo movimiento de brazos que aparece en este video clip



Afortunadamente el trío de marihuaneros se quedó en uno de los “cafés” que me llevaron a conocer, ya que fue allí que se sintieron a gusto, porque además del cannabis, había talento en vivo y pudo más el vicio que llevarme a conocer la ciudad. ¡Gracias a Dios se quedaron en ese café para drogos, porque de verdad no podía con ellos, ni con su silencio extraño y menos con su fumadera de yerba!

Esta gente me mostró la Amsterdam más festiva, libertina, excesiva y sin límites. Incluso, me llevaron de vuelta al “Barrio Rojo”, porque según ellos, los mejores locales nocturnos están allí, y entonces conocí desde bares gays hasta locales de strippers con hermosas mujeres de Europa del Este.

Se los juro que recorrí alrededor de 30 centros nocturnos entre las 3:30 y 6:00 am. Ya estaba aturdido, cansado, con sueño y con una ganas enormes de volver a Bruselas. Extrañaba mi cama y añoraba con ansias un rato largo de silencio y quietud.



Casi todos los centros nocturnos de esta calle, me los conocí en tan solo 3 horas



¡Problemas otra vez!

Cerca de las seis de la mañana, le recordé a Adam que tenía que tomar el tren que me llevaría de vuelta a Bélgica. Llegamos a la estación y la taquilla está cerrada y había que comprar el ticket en una máquina que sólo recibía tarjeta de crédito o débito, no efectivo.

Todos revisaron sus carteras y nadie cargaba encima sus tarjetas. Miro los horarios y el próximo tren a Bruselas salía a las 12 del mediodía y, para colmo, el ticket costaba 120 euros y yo cargaba encima solamente 18 euros, pensando que el pasaje me costaría esa cantidad, pero se me olvidó por completo que era un viaje a otro país y que el valor no sería el mismo.

Volví a entrar en pánico y entonces Adam sonriente me comentó:

  • “Hagamos algo, yo te llevo a Bruselas en mi auto y tú me llevas a pasear por la ciudad como pago a lo que hice por ti en Amsterdam”.

Cerramos el trato con un apretón de manos, llevamos a la parejita y a la cumpleañera a sus respectivas casas y después pasamos al departamento de Adam para ducharnos, desayunar algo, descansar un poco y después tomar carretera vía Bruselas.

Un paseo cultural

El apartamento de Adam quedaba en una zona de clase media alta. Estaba decorado con sus fotografías, ya sea de modelos o paisajes. Era colorido y muy moderno. Una habitación servía de estudio fotográfico, ya que tenía una gran pantalla blanca pegada a la pared y sobre una mesa habían como 8 cámaras de diferentes modelos y tamaños.

Tomé una ducha, desayunamos café y pan tostado con mantequilla, y mientras él se duchaba, me recosté en un sillón rojo que tenía en la sala y caí rendido del sueño.

De repente, Adam me despierta y pensando que dormí solo unos minutos, veo en el gran reloj que adorna la sala que son las 12:30 del mediodía. Poco antes de salir del departamento, el fotógrafo me pregunta que me fuese gustado conocer de Amsterdam.

  • “Pues, para tu decepción no soy una persona nocturna, aunque igual ayer disfruté mucho del paseo por los bares, pero siempre quise de conocer de este país los molinos, los tulipanes y la casa de Ana Frank” - le dije con algo de pena.

Bajamos y en vez de tomar la vía hacía el estacionamiento donde estaba su auto, desviamos al lado contrario, caminamos unos minutos y pocas cuadras después, me llevó a ver la estatua de una niña, era Ana Frank y me dijo:

  • “Eso que ves ahí es la casa de Ana Frank, vamos, yo te invito a que la conozcas, yo pago la entrada”


                   Estatua que está frente a la casa de Anna Frank



Yo no podía salir de mi asombro. Leí varias veces “El Diario de Ana Frank”, vi las películas que hicieron sobre el tema y siempre sentí curiosidad y atracción por la historia de aquella niña judía, que murió en un campo de concentración nazi y que su relato inocente y cargado de miedo que plasmó en papel, sería un ejemplo de paz para las futuras generaciones.

Adam me dejó en el lugar y quedamos en vernos en una hora en la calle de enfrente.

La casa museo de Ana Frank es un viejo edificio de ladrillos de tres plantas, muestra las fotografías personales de la niña, algunas páginas de su diario ampliadas en grandes imágenes colgadas en los muros y, por supuesto, el lugar donde se escondió con su familia, huyendo de los militares alemanes duranta la Segunda Guerra Mundial. Era un largo pasillo que conducía a unas escaleras que tapaban con una biblioteca de madera y, detrás del mismo, había un cuartito donde convivían más de 5 personas.

El escondite produce claustrofobia, es caluroso y oscuro, no me imagino como la familia Frank pudo esconderse allí tantos años. Pero el miedo y la razón de estar vivos, los hizo permanecer escondidos en ese incómodo cuarto.

Salí de la casa museo con un dejo de tristeza, pero también a la vez muy contento de haber conocido un lugar histórico. Adam me esperaba en la puerta con el auto y arrancamos camino a Bruselas.



Escondite en la casa museo de Anna Frank. Esas escaleras conducen a la habitación donde se escondieron de los nazis



Un viaje inolvidable

En el vehículo sonaba la música de George Michael y el muchacho había hecho unos sandwiches para el viaje mientras yo estaba en la casa de Ana Frank.

De repente, desvió la carretera y agarró por un camino de tierra, que me dijo que era un atajo para llegar más rápido a Bélgica. Volvió a darme un “sustico”, porque este chico era impredesible y de gustos extraños, y pensé que me llevaría a otros lugares locos como los que me “presentó” de madrugada, pero en la medida que avanzamos, comenzaron a aparecer frente a mi terrenos con miles de tulipanes blancos, rojos, amarillos y rosados.

Aquello parecía una imagen de cuento, eran líneas interminables de flores, que se perdían en el horizonte.

Después de rodar como media hora, paró el carro frente a un molino que estaba rodeado de la citadas flores y me dijo sonriente:

  • “Complacido señor, aquí están sus tulipanes y su molino”


Campos de tulipanes, se pierden en la inmensidad porque son muchos kilómetros llenos de flores



Me bajé del auto mudo de tanta belleza, esa imagen solo la había visto en fotos y en documentales de la televisión. Pero verlo en persona es indescriptible, los colores, los olores, la hermosura de esa flor que es elegante y extraña. Vivía un cuento de hadas en vivo y directo. No me salían palabras, me quedé estático observado todo. Adam aprovechó para hacerle fotos al lugar y dejó que me tomara mi tiempo para disfrutar del paisaje, una vez satisfecho y tomando en cuenta que debía volver a Bruselas, le dije al fotógrafo que retomaramos el camino.



 Los tulipanes son flores elegantes y de pétalos duros, pero sin olor alguno


Casi dos horas nos tomó llegar a la capital belga, pero el viaje se nos hizo corto gracias a la música, a la conversación basada en preguntas culturales de parte y parte sobre nuestros respectivos países y, a la emoción de haber conocido Amsterdam por accidente y que este muchacho me hizo el viaje placentero.

Cuando llegamos a Bruselas y me bajo del auto, Adam se quedó tras el volante y me dijo:

  • “Ya te traje, cumplí con mi palabra, estás en tu casa sano y salvo”
  • ¿Y nuestro paseo por Bruselas? - pregunté confundido
  • ¡Lo dejamos para otro día!

Sonriente me dijo adiós y arrancó su vehículo de vuelta a Amsterdam, no si antes hacerme una foto desde su asiento. Esa fue la primera y última vez que vi a ese muchacho en persona.
La visita a Bruselas nunca se dio, no pudimos ponernos de acuerdo a pesar de que siempre estuvimos en contacto y con ganas de un reencuentro. Y pesar del tiempo transcurrido, aún me debe todas las fotos que me tomó durante mis 24 horas perdido en Amsterdam.
Adam y yo seguimos en contacto desde entonces a través de Facebook, y cuando le dije que iba a escribir en mi Blog esta historia, me pidió que le cambiara el nombre y que no publicara su foto por nada del mundo.

Vive invitándome a Amsterdam y yo a Latinoamérica, pero tampoco nos ponemos de acuerdo.

Ah y se me olvidaba contarles este último detalle: desde ese día nunca más tomé un tren en Europa ¡Nunca más!






Video clip de "Satisfaction", otra de las canciones que sonaban en los centros nocturnos que visité






4 comentarios:

  1. Cool josé Luis.. A veces son las cosas que mas disfrutamos, las que quedan grabadas por casualidad.. Las que nos pasan en esos viajes que no fueron planeados y que por alguna razón pasaron..

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  2. Algo así decían en la película "Tres formas de amar": A veces el desvío termina siendo lo mejor del viaje. Pienso que en tu caso fue literal.

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  3. q buenos recuerdos me trae el éxito de danzel .. yo lo baile mucho jejje sobre el 2004 creo q fue

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  4. Maravillosa historia, que buenos que encontraras a Adam. Ojala existan muchos Adam en el planeta.


    Te pasaron cosas alucinantes. Que la Suerte siempre acompañe tu camino.

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