domingo, 12 de agosto de 2012

Historias pasadas por alcohol


Foto tomada en una de mis fiestas de cumpleaños en la década de los 90's. Mis amigos allí bebían y yo no pasaba de dos cervezas. En la imagen aparezco junto al actor Pedro Olarte

Nunca me ha gustado la gente borracha. No conozco a nadie que se vea “bonito” con una sobredosis de alcohol encima. Toda mi vida he visto reacciones y comportamientos de todo tipo de personas borrachas. Algunos se ponen románticos, tanto, que acosan sexualmente a la gente. Otros se ponen cómicos y resultan ser los payasos de la noche. Pero creo que los peores son los que les da por llorar, contar sus penas y deprimirse en público, ya que el ratón moral del día siguiente no se lo aguanta por ventilar en público sus problemas. Los más peligrosos se ponen agresivos y quieren pelea; mientras que los más inofensivos son los que se quedan dormidos en un rincón, regularmente con una pose imposible de imitar.

Siempre he pensado que cuando uno quiere festejar algo, no es necesario hacerlo con alcohol, y en caso de tomarse unos tragos, la bebida no debe dominar a uno, hay que saber controlarse y ponerle un límite a la “empinadera de codo”.



No conozco a la primera persona que se vea "bonita" borracha o que no haga el ridículo en público


Creo que tengo un trauma infantil con los borrachos, porque definitivamente hay cosas que te marcan de niño y aquí va el caso que me hizo analizar las actitudes de los seres humanos bajo efectos etílicos. Recuerdo que un día mis parientes iba a celebrarle el cumpleaños a un familiar. Desde horas de la tarde, y mientras se organizaban las mesas y se limpiaba la casa, el agasajado había comenzado a tomarse sus primeras cervezas y cuando la fiesta arrancó a las 9:00 pm, no se le entendía el habla y ya andaba muy mareado debido a la cantidad de “rubias” que se tomó.

A medianoche, cuando le fueron a cantar el cumpleaños, estaba todo torcido en un mueble durmiendo la “pea” y a los invitados les tocó tomarlo por los hombros, llevarlo a rastras y pararlo frente a la torta porque no podía mantenerse en pie. Terminó orinadose la ropa, vomitó en plena sala mientras la gente bailaba y quien menos disfrutó la fiesta fue él. Lo más triste es que fue la burla de la noche, le tomaron fotos con el pantalón mojado de “pis” y después del vomito, la gente optó por irse, no sé si por el bochornoso acto, por el olor del vomito o porque no soportaban ver al cumpleañero en ese estado.
Recuerdo que al día siguiente, mientras se limpiaba la casa, la familia comentó lo sucedido con cierto dejo de pena y entonces le miré los ojos a mi mamá y le dije: “¿sabes qué? Nunca voy a beber hasta quedarme borracho, no quiero hacer el ridículo, ni que la gente se burle de mi como le sucedió a él”
Y hasta la fecha, he cumplido con mi juramento...bueno...casi...porque bebo alcohol socialmente, sobre todo vino, un par de cervezas o un vaso de una que otra bebida. Pero eso sí ¡Sin llegar a perder el sentido, ni emborracharme!
Pero la intención de mi escrito no es hacer una crítica porque siento que me estoy tornando muy serio, ni tampoco pretendo burlarme de nadie, sino para contarles varias anécdotas graciosas relacionadas con borracheras.



Foto de una de las reuniones ochentosas. En la imagen aparece uno de mis compañeros de liceo ya mareado, creyéndose Presidente de la República y dando un mítin

Las primeras...
Como todo adolescente, mis compañeros de estudios y amigos cercanos experimentaron con el alcohol y las situaciones vividas junto a ellos parecen más escenas de filmes cómicos que hechos de la vida real.
Entre las tantas anécdotas, hay una que recuerdo con mucho cariño, pero también me produce mucha gracia a pesar de los años. Corría la década de los 80's y un grupo de amigos del liceo nos íbamos a “El Eneal” (un poblado larense), a una granja que tenía la Familia Gutiérrez Cárdenas.
Eran unas reuniones estudiantiles muy sanas, o sea, cero drogas o sexo, pero si había mucha cerveza, que se tomaba al ritmo de la música de Melissa, Supertramp o Scorpions, que llevabámos en casettes.
Hasta cargábamos con un Betamax para ver en ese lugar las películas de Freddy Krueger (Pesadilla en la Calle del Infierno) o “Martes 13”, que estaban muy en boga para la época, y de noche estábamos asustados pensando que uno de esos asesinos de los filmes podía atacarnos mientras dormíamos.
En el grupo hay dos Carlos (digo “hay” porque aún somos un grupo de amigos que nos hemos mantenido en contacto por años) y uno de ellos, Carlos G, hizo un juramento una de esas noches cerveceras. Aseguró que el primero que se durmiera de la “pea”, sería maquillado como un travesti y fotografiado, para después mostrar las imágenes públicamente en el “Colegio Diocesano”, donde estudiábamos todos. Durante toda la noche nos repetía y amenazaba a cada rato que el primero en caer, sería maquillado.
Arrancó la bebedera y entre chistes y bromas, el primero en quedarse dormido por exceso de alcohol fue el mismo Carlos G.
Recuerdo que para la época estaban de moda las famosas “pinturas mágicas”, que eran unos labiales color verde, pero que al hacer el contacto con la piel, se tornaban color rosa fosforescente.
Pues, apenas el muchacho se acostó en una hamaca a pasar la borrachera, alguna de las chicas sacó el dichoso lápiz labial y, entre todos, comenzó el proceso de “maquillaje” y “embellecimiento” del borracho adolescente.
Le hicimos unas ruedas en las mejillas al estilo “Heidi”, le pintamos los párpados bien marcados, a los labios le untaron brillo con sabor a fresa y hasta le escribieron en la frente la palabra “Loca”. Posteriormente, sacaron de las carteras ganchitos, colitas, pinzas (de pana que escogieron las más feas) y se las colocaron todas en su cabello ensortijado.

Carlos G es negrito y de labios gruesos y se lo podrán imaginar totalmente maquillado de rosa fluorescente.
El tipo parecía María Moñitos o una de esas negritas que se ven en las costas, con el cabello lleno de trenzas de colores.
Alguien lo comparó con Farina de “La Pandillita”, pero el comentario mas gracioso fue este:

  • ¡Se parece a Celia Cruz! - gritó Astrid y todos terminamos privados de la risa.

Para cerrar con broche de oro, los muchachos tomaron un huevo de gallina, separaron la yema de la clara y se la vaciaron en las nalgas. Todos nos reíamos a carcajadas, incluso escribo esto y no paro de reírme, porque recuerdo el momento como si lo estuviese viviendo ahora mismo.
Acto final, se le realizó la sesión de fotos, incluso algunos de nosotros nos abrazamos a él sonriente, mientras los flashes explotaban y le daban mas brillo al rosado de su cara.

Lo más irónico del cuento es que toda esta locura ¡Había sido su idea!



Algo como esto quedó Carlos G después de la sesión de maquillaje impuesta por mis amigas


Horas más tarde, fuimos cayendo uno a uno (más por sueño y cansancio, que por cervezas, se los aseguro). Pero nuestro descanso matutino y el silencio del lugar fue interrumpido con el grito de Carlos G:

  • ¡Coño ´e su madre! ¿Qué me hicieron?
Todos nos quedamos callados, riéndonos en silencio en las diferentes habitaciones de la granja.

  • ¡Y hasta me cogieron, porque tengo el culo mojao! - gritaba histérico.

Nos levantamos privados de risa, le pedimos disculpas y después Carlos G también se lo tomó a chiste, todos nos reíamos mientras él observaba en el espejo “nuestra obra de arte” en su piel.

Pero el cuento no termina allí, resulta que las dichosas pinturas mágicas no se podían quitar hasta dentro de TRES DÍAS. Y por más que las muchachas quisieron quitársela a punta de crema desmaquilladora, jabón y hasta alcohol, NADA podía borrar ese rosado putón de la cara de Carlos G.
Para colmo, le tocó irse de El Eneal a Barquisimeto en autobús y los muchachos aprovecharon la situación para seguirlo jodiendo.
Los pasajeros del bus se le quedaban mirando y mis amigos decían en voz alta: ¿no le da pena a ese travesti salir maquillado a plena luz del día? Pero Carlos G sólo se reía y reía.
Definitivamente la adolescencia es la mejor etapa del ser humano, en la cual situaciones como estas, lucen simpáticas y graciosas debido a la edad.

¡No me toquen las tetas!
Otra caso gracioso de borrachera fue el que viví fue con unos alumnos del liceo Mario Briceño Iragorry.
Resulta que un grupo de muchachos querían formar un grupo teatral y me llamaron para que colaborara con ellos por recomendación de un amigo. Yo tenía un guión con una comedia que había escrito y pensé que estos jóvenes podrían llevarla a la tablas. Estuve trabajando con ellos un par de semanas y después de horas y días de ensayos, la presentación de la obra fue un éxito total, ya que nos aplaudieron de pie y hasta los profesores se rieron de las locuras de la pieza.
Después del estreno, nos fuimos a la casa de uno de ellos a celebrar. Recuerdo que en el lugar tenían puesto a todo volumen los merengues de Juan Luis Guerra, Diveana, Roberto Antonio y Los Melódicos.
No había nada para comer o picar, solo cerveza y cerveza.
Todos bailaban, pero con las horas, los muchachos se iban sentando porque ya se sentían mareados. Una de ellas, Marlene, seguía bailando a pesar de la dificultad de moverse que le producía la borrachera que cargaba encima y, como era de esperarse, se cayó y quedó tendida de espaldas y largo a largo en el suelo.
Todos se reían de ella, entonces corrí a recogerla y de inmediato se tapó los senos con las dos manos y me gritó:

-¡Tú no me quieres recoger del piso, tú lo que quieres es agarrarme las tetas!

Una carcajada grupal inundó el lugar e insistí en levantarla pero ella gritaba:

- ¡Tú lo que me quieres es apretar las tetas, pero no te voy a dejar!

Entonces no insistí más y otro muchacho también intentó socorrerla y la respuesta era siempre la misma:

  • ¡Tú lo que quieres es “majaretiame” las tetas y no te lo voy a per-mi-tir!
Otros más pretendieron ayudarla, pero perdieron su tiempo porque se negó a levantarse. Entonces, decidieron dejarla en el suelo. Marlene bailaba acostada, se contoneaba al ritmo de la voz de Roberto Antonio, movía los hombros y cuando alguna pareja se le acercaba mientras bailaba, les gritaba:

  • ¡Mis tetas, cuidado con mis tetas! Se las protegía con las manos, luego se reía y decía:

  • “Ustedes se están acercando porque echos los pendejos me quieren tocar las tetas”.

Curiosamente, pasó la noche tirada en la mitad de la sala, bailando acostada y allí se quedó dormida, mientras los demás danzaban a su alrededor.

A la mañana siguiente, se levantó de repente preguntando qué hacía en el suelo y cuando le contamos la historia, terminó molesta con nosotros porque no la alzamos del piso.
No nos creyó el cuento de las tetas y aún piensa que nos inventamos esa “comedia” para hacerla quedar en ridículo delante de todos. ¡Lo que hace el alcohol!



Mi amiga María Gutiérrez, quien también es abstemia, en una imagen de los 80's junto a Iván Gustavo. Nuestras fiestas estudiantiles eran en su casa

Borrachera importada
Ahora me toca contarles mi anécdota personal. Resulta que me he emborrachado solamente una vez en la vida y sucedió nada más y nada y menos que en México.
Conocí la capital mexicana por casualidad, porque iba rumbo a Canadá y tenía dos opciones: o me aguantaba unos minutos en el aeropuerto de New York para hacer una transferencia de avión, siempre y cuando pagara 170 dólares al gobierno gringo por estar sólo media hora en su país o me desviaba a México por 24 horas y de allí saldría a Montreal en un vuelo directo.
Opté por la segunda opción, ya que no iba a gastarme un realero por estar solo minutos en el aeropuerto norteamericano y así aprovechaba de conocer otro país que no estaba en mis planes.
Llegué al Distrito Federal cerca de las 6:00 pm de un vuelo procedente de Caracas. No había cenado y estaba muy agotado por el vuelo, pero igualmente quería aprovechar al máximo mi viaje a México y mi intención era dejar la maleta en el hotel y salir a pasear por la capital azteca.
Tomé un taxi en el aeropuerto y tuve la suerte que el chofer era un señor muy simpático y amistoso, que me llevó a un buen hotel que a su vez era módico y estaba bien ubicado.



Hotel Reforma Avenue de México DF, donde me quedé por 24 horas

Se llamaba “Hotel Reforma Avenue” y quedaba cerca del casco histórico de la ciudad y del afamado diario Excelsior. Era un edificio de varios pisos. El mismo señor se ofreció a pasearme por el Distrito Federal a un precio módico, así que después de dejar mis pertenencias en la habitación, comenzó el recorrido por esa hermosa metropoli.
El chofer me llevó a la famosa “Plaza Garibaldi”, uno de los atractivos turísticos del lugar, ya que hay muchos mariachis allí, que por unos cuantos pesos te hacen un concierto privado y personal.
Escogí a un muchacho que se parecía a Alejandro Fernández y le pedí que me cantara temas tradicionales de otras ciudades, ya que para NADA quería escuchar canciones tan populares como “La Ley del Monte”, “El Rey” o las composiciones de Juan Gabriel o Rocío Dúrcal, porque en mi país suenan en todos lados y estaba cansado de oírlas. Entonces el joven comenzó a cantar temas de Jalisco, Veracruz y demás estados y ciudades mexicanas. De repente, se acercó una “china mexicana”, vestida con ropa tradicional (vestido blanco con falda amplia y blusa bordada con grandes flores de colores, un rebozo o chal sobre los hombros, sandalias de cuero y tenía dos trenzas a lo Frida Kahlo), la chica tenía unas bandejitas de madera con shooters de Tequila. Se me acercó para obsequiarme uno y me negué de plano, pero el chofer y los mariachis insistieron que si estaba en México, debía tomar tequila.
Entonces para no despreciarlos, agarré uno de esos vasitos y comencé a sorberlo poco a poco y los mariachis se reían y me decían que así no se tomaba el tequila, que tenía que hacerlo como “los meros machos”, o sea, “zampármelo” de un solo golpe.
Respiré profundamente, me encomendé a todos los santos y de un solo trago me tomé el tequila. Pues aquello “me regañó”, sentí que la plaza saltó de un golpe y los grados del alcohol me llegaron a la cabeza.
El muchacho seguía cantando, yo me sentía un poco aturdido debido a la bebida y minutos después volvió la chica con la bandeja de tequilas. Me ofreció de nuevo, le dije que no y comenzaron otras vez las burlas de los mariachis, el chofer me decía que no los despreciara, que sería una ofensa para ellos y que disfrutara mi viaje al máximo. Entonces, me tomé el segundo shooter de un golpe y esta vez ese si me mareó, pero igual me mantenía en pie y con las ideas claras. Hasta que me tomé el tercero.
De allí no recuerdo más nada.



Mariachis en la Plaza Garibaldi de México

Abrí los ojos y estaba acostado en la cama del hotel vestido y con los zapatos puestos.
“Me robaron por borracho pendejo”, fue lo primero que pensé y cuando revisé mi cartera, mi dinero estaba intacto.
Me dolía horrible la cabeza y lo primero que hice fue meterla bajo la ducha fría. Cuando salí de la habitación con mi intención de buscar algo de desayunar, me dijo la chica de la recepción que un señor había venido muy temprano y que me había dejado una tarjeta con su número de teléfono.
Era el taxista y apenas lo llamé, me comentó que le debía los viajes de ayer y que lo hice reír mucho el día anterior. De verdad no entendía eso de que lo había hecho reír, porque nuestras conversaciones estuvieron basadas en los lugares turísticos e históricos.

Minutos después se apareció por el hotel y me abrazó de golpe y se carcajeaba.

  • ¡Híjole, como se la gozó usted ayer!
  • No sé de que me habla...
  • Pues compadrito, ayer usted se tomó como diez tequilas. Agarró tal borrachera que se abrazó a los mariachis y les pedía que le tocaran los temas de Juan Gabriel y Rocío Dúrcal y el que los cantaba era usted, porque no permitió que nadie más lo hiciera. Le dio por cantar “La Ley del Monte” y “El Rey” varias veces. Se puso “atacón” e intentó enamorar a una de las muchachas de los tequilas. Intentó besarla, la apretujaba y hasta le agarró el culo. Usted le propuso hasta matrimonio, decía que le trajeran a un cura ya porque se casaba allí mismo con la indiecita. Formó tanto relajo, que hasta puso a los gringos a hacer un trencito, usted fue la sensación de la noche.
Yo no podía creer lo que el señor me estaba contando. Pensé que me estaba jugando una broma y para comprobarme que todo lo que me relató era cierto, me llevó de nuevo a la “Plaza Garibaldi” y para mi sorpresa, los marichis me recibieron privados de la risa y con aplausos.



Fotografía de una "China mexicana" o "China poblana", como también se le conoce


“Aquí está el venezolano de ayer”, gritaban y se acercaron a mi sonrientes y saludándome con confianza.

  • “Gracias a usted ayer hicimos más dinero que de costumbre, porque usted le decía a los gringos que nos pagaran en dólares”. Comentó uno de ellos abrazándome por los hombros.
Me trajeron a la muchacha a la cual le pedí matrimonio a rastras, porque se moría de la vengüenza y con la mirada pegada al piso me interrogó si mis promesas de amor eran ciertas.
Le dije que estaba los efectos del alcohol, le pedí disculpas, incluso por el pellizcón de nalgas.
Les pregunté cuánto les debía y me gritaron al unísono: ¡NADA COMPADRE!...porque esa noche les hice ganar en dólares A TODOS, ya que cada turista que se aparecía, yo los llevaba hasta un mariachi y les insistía en que les pagara en moneda extranjera.
En agradecimiento, me regalaron una artesanía hecha a mano que es un sombrerito con un rebozo y con la palabra “México” impreso en tinta.
Me despidieron con aplausos, me invitaron que volviera una noche de estas y uno en broma me dijo que seguro me tendrían un cura por si me quería casar con alguna china mexicana.



Artesanía que me obsequiaron los mariachis de la Plaza Garibaldi, la prueba de una noche de copas...

Antes de montarme en el taxi, pregunté asustado:

  • ¿No saben si alguien me hizo fotos o videos de “esa noche”?
  • Lamentablemente no compadrito, porque cuando los gringos quisieron retratarlo, usted les decía en inglés: no hay tiempo para fotos, aquí se viene es a joder, a beber y a bailar, así que deje esa cámara en paz..
Eso me demostró que Dios realmente existe y que todos tenemos un ángel protector que nos cuida...¡Hasta de hacer el rídiculo en público!

José Luis Mata
Agosto 2012

Email: joseluismatasanchez@gmail.com - Twitter: @Mata_JoseLuis



Foto de la habitación que ocupé en el Hotel Reforma Avenue


Famosa estatua de la "Plaza Garibaldi"


Mariachis de la Plaza Garibaldi